Acuarela / papel, 32 x 24 cm

Volvían a llorar los árboles. Y volvía el recuerdo de cuando amontonaba hojas en la curva de la cuesta de su calle. Hacía un hueco en el centro y se metía dentro con su mejor amiga. No importaba que el suelo estuviera húmedo o sucio. Era su refugio, y allí inventaban rescates y monstruos. Ahora ya no cabría dentro. Pero seguía buscando montones de hojas que lanzar volando con sus zancadas. La felicidad no caduca.

Trees were crying again. And the memories of her piling up dead leaves in the bending of the slope of her street came back. She used to dig a hole in the middle and sit inside with her best friend. It didn’t matter that the floor was damp or dirty. It was their refuge, and they invented rescues and monsters there. Now she wouldn’t fit inside. But she still was looking for piles of leaves to launch into the air with her steps. Happiness doesn’t expire.