Acuarela / Papel, 120 x 120 cm
Mi padre es la persona más honrada y trabajadora que conozco. Es hijo de la posguerra y de un matrimonio humilde. Fue educado en la importancia de los principios y en dominar la voluntad. Llegó a ser catedrático de Cirugia y un apasionado de su profesión. Todavía hoy, mientras se afeita cada mañana, con los ojos cerrados y repasando la barba con sus dedos, reza en silencio sus oraciones.
Las manos de mi padre han practicado incisiones en cientos de pieles para enmendar lo que la naturaleza torció, sin importarle la hora, ni el cansancio. Solo concentradas en sanar, en resolver problemas, en esquivar tal arteria, en extirpar tal innombrable. Mi padre escribió un tratado sobre las manos digno de publicarse. Las suyas son fuertes y generosas, porque lo han sufrido todo, y todo lo han dado.