Bruma

Acuarela, 70x114cm

Sus ojos se perdían donde la tierra se fundía con el cielo, o con el alma. Se quedaba plantada, como un junco, meciéndose con los pies hundidos en la tierra.

Le gustaban las primeras luces, en esa hora azul en el que el día y la noche convergen en el horizonte. La brisa fresca y limpia le llegaba desde la bruma que levitaba sobre las orillas.

Y entonces sentía su olor, ese olor a escarcha que le traía a su amor en volandas. Tantas mañanas compartiendo ese momento en silencio; a veces buscaba su mano, a veces sentía su falda rozando sus piernas, a veces necesitaban el calor de sus cuerpos abrazados. Cerraban los ojos y compartían escenario. Y el mundo dejaba de girar y el tiempo se detenía en un suspiro.

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